Jorge Lefevre, Medardo Rosario, Luz Elena Rodríguez, Javier Valentín, Winomy Pérez y Nitzaira Delgado, junto a la doctora Luce López-Baralt
por Nitzaira Delgado
estudiante del programa doctoral en Estudios Hispánicos
Uno de los aspectos que no ignoramos en la vida universitaria es que está llena de grandes retos, y desafíos, lo que tiende a olvidarse, es que la carrera también está llena de recompensas que enriquecen nuestra vida tanto dentro como fuera del aula. Esa recompensa llega a través del esfuerzo estudiantil por sobresalir y representar a la Universidad y a nuestro país. El 23 de febrero, se celebró en el Seminario Federico de Onís el conversatorio “Universitarios puertorriqueños ante la experiencia académica en el extranjero”, moderado por la profesora Luce López-Baralt, y con la participación de estudiantes graduados y subgraduados, para mi alegría, colegas y amigos. El propósito de este conversatorio llevaba la intención no solo de que seis estudiantes pudiéramos hablar sobre viajes estudiantiles, sino también motivar a nuestros compañeros a presentar sus trabajos o investigar fuera de Puerto Rico. Con esta finalidad, cada uno de nosotros narró una parte de esta experiencia.
Jorge Lefevre, estudiante de bachillerato en Estudios Hispánicos, nos contó sobre su viaje en el 2011 al Centro de Estudios Martianos, en Cuba. Siempre he considerado a Jorge un lector más que aficionado, como aquel que en el Alcaná de Toledo halló la historia de Don Quijote, siempre con un libro en mano. Otro de los compañeros, tan afanado a la lectura como a los viajes, Javier Valentín Feliciano, nos acompañó en la tarde con las mil y una anécdotas de sus viajes a congresos, investigaciones y ferias de libro. Cabe mencionar que juntos conocimos la ciudad de Río de Janeiro en el 2009. Los viajes estudiantiles, las convocatorias y demás, casi siempre nos llegan a través de otra persona, esa persona que sabe sobre un congreso, que quiere ir y te quiere motivar a que presente ese trabajo tan chévere que hiciste en clase. Pero ahí comienza uno a dudar, “no, ese trabajo yo no sé...”. Y ahí el compañero que quiere llevarse a todos para el otro lado del mundo te dice: “Mira, caramba, ¿cómo no?”. Esa compañera es Luz Elena Rodríguez, quien desde el 2007 se ha presentado en múltiples congresos. A través de Luz Elena, varios estudiantes graduados de Estudios Hispánicos pertenecemos a la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), hemos dejado de dudar y presentamos nuestros trabajos. Gracias, Elena. En la mesa también contamos con Wilnomy Pérez Pérez, estudiante de literatura aljamiada morisca, quien aún cuando era estudiante subgraduada en el 2009 viajó a Túnez para presentar su investigación sobre literatura aljamiada. Si hay un sentimiento que provoca la literatura, ese el amor. Pues cuando estamos sumergidos en aquello que más nos apasiona, vivimos solo para ello. También tuve el placer de escuchar a mi compañero Medardo Rosario, quien en el 2007 estuvo también en Túnez, y en diciembre de 2011 en España, viaje que fue un honor compartir con él.
Viajar a un país ajeno para presentar un trabajo de investigación, como dije, es una recompensa, pero no menos un reto. La Universidad de Puerto Rico, bien a través del Decanato de Estudios Graduados e Investigación, o a través de los diferentes Decanatos, apoya el viaje estudiantil y el intercambio cultural. Una vez allí, no sabemos quién o quiénes nos están escuchando, qué piensan, o si son expertos o no. Por eso, le estoy muy agradecida a los profesores que revisan nuestros trabajos, que nos hacen posibles preguntas, que nos miden el tiempo, y que nos llenan de bendiciones y sabios consejos. En el 2009 estuve con Javier en Río de Janeiro, bajo la moderación del profesor Juan G. Gelpí. Una experiencia académica más que inolvidable, Río de Janeiro nos dio la oportunidad de conocer otra parte de Latinoamérica, tan diferente, e inolvidable. Como muchas ciudades, Río está llena de contradicciones, pero también de belleza, y sobre todo de talento. Para muchos puertorriqueños, Latinoamérica es un mundo desconocido, sin embargo, adentrarse en la espesura de su cultura es un recorrido por la historia de un pueblo que no debe sernos ajena. Río fue la primera ciudad latinoamericana que conocí. Ella me preparó para conocer México, un país lleno de colores culturales, que me enseñó con mucho cariño a una Latinoamérica amable, firme, trabajadora, pero sobretodo, hermana. El insularismo caribeño no es el que nos mantiene encerrados, todo lo contrario, es el que nos invita a conocer esa otra parte de nuestro hispanoamericanismo, y nuestra universalidad.
El pasado diciembre tuve la oportunidad de viajar a un congreso en la Universidad de Navarra, en España, y conocer varias ciudades encantadoras. La experiencia de sentir a todo un público curioso por saber qué tienen que decir dos jóvenes caribeños es tan fascinante como aterradora. Dos caribeños hablando de Cervantes, sal y pimienta. Junto con mi compañero Medardo, no solo fuimos estudiantes aventureros, o turistas de pies ligeros. En España, y en cualquier país que un estudiante de humanidades visite, no dejamos de ser humanistas. Visitamos a la Universidad Complutense de Madrid, y tuvimos la oportunidad de conocer profesores y estudiantes de literatura. Como si fuera poco, asistimos a varios cursos graduados. Si bien la experiencia nos brindó una perspectiva nueva sobre temas que ya habíamos estudiado, coincidimos en que la Universidad de Puerto Rico no tiene nada que envidiarle a otras universalidades en el aspecto académico. Apuesto a la perspectiva crítica, desafiante y curiosa de mis compañeros, dispuestos a hacer nuevas interpretaciones, nuevas lecturas, sin miedo al debate, y entregados a la retórica. Con una mirada sensible, absorta en la cultura y la herencia hispana, nos entregamos a ciudades como Madrid, Alcalá de Henares, Toledo y Pamplona, para sentir desde la piel caribeña a un país que es tan nuestro y ajeno como el propio.
Este conversatorio no solo nos dio la oportunidad de compartir nuestras experiencias, sino que revivimos las risas, las anécdotas, así como los malos ratos convertidos en un gracioso recuerdo. Pero sobretodo, quisimos contagiar al público, y volver a contagiarnos con la ilusión de llevar nuestro pensamiento y criterio al extranjero. Firmar nuestras ponencias, y escribir debajo “Universidad de Puerto Rico” es más que un orgullo, es un sentimiento que nos salta del pecho a la cara cuando terminamos de leer. Queremos volver a ser estudiantes humanistas viajeros con los mismos o mayores deseos de caminar por alguna otra universidad y otras ciudades, marcando un paso caribeño y firme por entre expertos, especialistas y estudiosos que vuelven la cabeza al escuchar el acento cantadido de éstos que con simpatía decimos: “Somos puertorriqueños, venimos de IUPI, y tenemos algo que decir”.